viernes, 23 de febrero de 2018

las paginas, el diario. (primer cuanto de horror bizarro). Tengo en mis manos su vida y sus muertes, tengo en mis manos el puñal que apaga y la aguja que cura el golpe fatal que le atribuyo he inmediatamente corrijo. Muere así es, muere una y otra vez frente a mis ojos, agoniza a mi gusto puesto tengo en mis manos su vida y sus muertes y el amor en su más cruda señal, el amor en su muestra formal se burló de mí y heme aquí con mi diario ensangrentado. Mi diario que tiene su nombre. Repetidamente. Su nombre. El nombre, aquel nombre. Las mujeres somos la delicia servida mayoritariamente, aunque no falta las “sin gracia” como mi persona, mi delgadez asiente del grosor de una aguja, por ende la voluptuosidad nunca fue mi fuerte, tengo la silueta de una guitarra brutalmente destrozada. Creo que ello es mi belleza, ser lo sobrante de una golpiza inédita. Como tantas me enamore, me enamore de un hombre que cualquiera llamaría corriente ¡Diablos! Sí que era estúpida, el que creía corriente no lo resulto, este por el contrario tenia mirada inquieta, sonrisa perfecta, altura elegante, cabellos oscuros y manos firmes, firmes como la carencia de corazón. Tal vez me califiquen de desquiciada, y no molesta, tal vez si este desquiciada por lo siguiente, y sí, quizás si este desquiciada pero aceptemos que todos lo estamos un poco, un poco desquiciados generalmente. No entiendo cómo me dirigió la palabra. Me saludo, eso si recuerdo -Hola, ¿tienes cerillos? -Disculpa no fumo –Seria mi respuesta- - ¿Consideras mucho pedir, que un cigarrillo mío se posara sus labios? - Me parece un vicio estúpido señor. Ya que insiste le tomaría. Nunca olvido el primer sorbo de humo gris, el desgraciado infecto mis pulmones, me hizo toser peor que cuando un pez lo obligan a salir del agua ¡Vaya torpeza! El desgraciado, se oye curioso, como si desgracia no le causara este hombre. Fumamos tanto que perdí por momentos la buena pronunciación, me oía de cincuenta años. Pues fue como sin darme por enterada me enamore de un hombre que su nombre lo deletree tarde por tarde en mi susodicho diario antes por mi dulce vendetta y ahora no hay motivo. Tal vez la inexperiencia de mis 16 años hizo sus efectos, seguía caprichos de este caprichoso, le daba el mundo cuando se revolcaba una a una la mujercitas y mujerzuelas de mi edad, o mayores, o menores, o no importa. De igual pertenecí a ese grupo torpe el penetro mis pieles abofeteo mi rostro, estrangulo mi garganta y escupió en mi cara, creí que gustaba el dolor, hasta que llego la maldita madrugada, de ese maldito día, en aquel maldito llamado que el maldito me hizo. Fulano fulano, hombre sin nombre, apellido o corazón, sin una mísera pizca de respeto, tomo su miembro y sin piedad me esforzó por resistir su grosor más allá de mi boca, pasado un rato empezó destrozando toda mi ropa usando un cuchillo para cortar huesos. Me hizo mierda, cual niñita devorada por un perro hambriento, esos gritos ahogados parecían con aquel significado. Me hizo mierda este fulano en mi décimo sexto año de inocente vida, su audacia enriquecida por los años tomo ventaja de mi supuesto amor, lo agravó en mis apretadas entrañas, enterró en cada orificio el instrumento de su placer, tan constantes fueron sus movimientos que mis cavidades contraídas expulsaron cantidades medias de sangre clara. En un momento así en que todo se reduce a dolor, y dolor, y dolor y más abrumante dolor, el alma se pudre y vomitas la cordura junto con el último alimento del estómago y esos fluidos corporales. Gabriel es el nombre de este fulano ¡vaya incoherencia! el nombre de un ángel para atroz verdugo. No solo carcomió mi piel ajada, la lanzo a los buitres hambrientos de algún callejón apestado, por ello vuelvo a reiterar: tal vez me califiquen de desquiciada, y repito ¡no molesta! Quizá si este desquiciada, o loca, o sin tornillos en mi diminuta cabeza, como deseen calificar, pero la venganza, la dulce venganza fue la respuesta al principio que me estimuló la vida, en la dura calle donde los restantes de mi inocencia serian arrojados. Algunos otros fulanos los reciclaron a su antojo, así es, a su asqueroso antojo. Gracioso, de niñita a prostituta en un lapso más corto que se toma a esa profesión. Ana Ana, chiquilla chiquilla, desnuda y en la acera arrojaron tus pedazos, lanzaron monedas proclamándote vagabunda si bien recuerdo, algún “salvador” adhirió a mi desgracia este extraño diario, libro innato con unas cuantas hojas dentro de tal portada, no tenía sentido en ese momento agreste. Ana en la mañana ya estaba en un hospital, alguna persona de quien no tengo idea me unió un poco y recubrió los trocillos que restaron del suntuoso viaje, médicos, familiares y quizá gente de ley trataron de rebuscarme el habla ¡pobres de todos! No existiría presencia alguna con capacidad de devolver las palabras a mi boca, el nombre del fulano le selle con el mismo hilo que coció mi cuerpo. Con mismo hilo coci la boca. Con mismo hilo adjunté silencio. Difícil pasaron los siguientes días, el significado a las cosas había desaparecido en un simple “corto tiempo”, el sentir, el degustar e incluso el respirar me eran tareas obligatorias ¡desee tanto estar fallecida! La tortura se convirtió en mi dialecto, en mi talento, talento hasta el punto de necesitarlo, a él, al fulano. Tenía que incrustarlo en mi pecho para que por consiguiente lograra asesinarme definitivamente, ¡lo necesitaba!, ser asesinada de la mano y boca del dueño del nombre en custodia: Gabriel rosales. Ana, Ana, Ana, mujer barata. Desesperada seguí tal esencia. Le hallé. Se sorprendió. Mirada punzante de inmediato encendió un ambiente burlesco, a unos metros el uno del otro entendió mi llegado, evoco mal puestos quince acelerados paso, estos sin cuidado le llevaron a ser mordido por pavimento uniforme y unas pesadas ruedas las cuales le pasaron atrevidamente por la mitad. El jugo de su cuerpo se hallaba por todas partes. Tener visión de su cabeza estallada me será imposible de olvidar, de disfrutar. ¡Vaya recuerdo!, dulce torso alargado visible a la vista, esos órganos pintaron la obra abstracta de un improvisado Picasso, un Picasso al volante a su extraña suerte, incluso, tal vez por ello no se detuvo. Gabriel estaba ahí con sus intestinos desenrollados, estallados desinhibidamente. Mi posición siguiente fue acercarme tomando los placeres de la vida que había perdido: en mis manos sentí sus tibios líquidos, en mi lengua degusté cálida sangre y en mi nariz… olor a un aire turbio. Recuerdo bien mi retirada, alejarme tranquilamente, Me produjo apetito, cansancio y sueño acumulado. No fue suficiente, su cuerpo desmembrado, sus intestinos a la vista, la muerte fue demasiado corta y la vida aun inútilmente larga, el tiempo con su mendiga relatividad jugó muy bien la jugarreta, aquellos segundos me dejaron extasiada, ¡inconforme¡ mi deseo aún le faltaba tiempo, tortura, no el fugaz esparcimiento de sus kilos. Le faltó sustancia. Anote el nombre de este fulano para nunca perderlo, la ironía de sellarlo justamente en el diario, un cuadernillo gastado con portada rota, se ven arrancadas millones de páginas, a primera impresión un objeto inútil digno de un basurero. ¡Sigue siendo irónica la vida¡ bajo la supuesta tragedia inmortalice las letras claras para su llamado. Dormí como nunca terminado el escrito. Volví a salir de casa pasado un corto tiempo, Salí con la crueldad guardada en el bolcillo, todo se torna distinto en el transcurrir del pensamiento, esa fracción tan corta la cual acondicione exclusivamente para deleitarme la destrucción dada por casualidad del señor Gabriel rosales, nombramiento oficial de este fulano. Incomprendido el magnetismo de cada paso involuntariamente, quizás por inercia llegue a esa calle con aire turbio aun presente. Apocado infeliz hombre mío, puesto sin explicación racional denso la parca, inextricable situación toparme su presencia, nadie con consciencia le recordó fallecido ¡locura o sin sentido! Ya me considere rumbo al manicomio o la hoguera, vaya anormalidad se hallaba presente no olvidaría o imaginaria tal atroz accidente, no estoy tan carente de cordura si de imaginar se trata ¡yo vi su deceso! Sin embargo aparece frente a mis ojos, enorme alegría infecta este cuerpo, enorme alegría he insufribles anhelos de trasbocar, sentimientos encontrados dicen por ahí. ¿Es posible la inmortalidad en un hombre corriente? Soy muy afortunada o simplemente ando maldita, llamarle bendición o maldición es según la perspectiva, si se difundir mi opinión se trata. De toda acción fuera de lo normal resalta mi pequeña escritura en el susodicho diario, así que mi suposición la halle ilógica pero correcta, muy poco creíble sinceramente, pero ¿qué más increíble que verle caminando sin inconveniente días después de la supuesta vicisitud? Oh, si dios en la grandeza que tanto predica, me tomo de diversión mandándome la clave de la inmortalidad de mi amado/ odiado fulano, he de asegurar ¡he de afirmar! Mis actos serán de gran algarabía, serán la jovialidad más entretenida a sus atípicos gustos divinos, puesto, mi trastornada alma desencuadernara cada fibra bestial, cada parte mínima, cada porción vomitiva del antedicho sujeto. Será jocoso mi espectáculo, una obra lanzada a la vindicta en custodia. Divisarle por sorpresa mía fue saborear una probabilidad turbia de averiarle el organismo, risueñamente di aquellas pisadas que dieron aviso a mi inesperada presencia, perplejo dirigió su palabra pasando por alto el rustico acto de transgresión a mis ajadas carnes -Ana, dulce niña. Tuve un sueño demente hace poco –me dice al paso que revisaba sus bolsillos- -¿Consideraste sueño en el que te despichara un camión? Gagueante por mi respuesta miro estos ojos enfermos anhelantes de un desquite injurioso -¿Cómo sabes de mis sueños si nadie más tiene idea? –sonreí- -Gabriel, estoy por enterada del percance mortal dado que el consiguiente sucedió frente mis ojos ¡así es! Una tarde la cual me hallaba exasperada por tortura, consternada en sollozos necesitaba desertar, vi gráficamente tu muerte, mi ingratitud me dio vida. Deletrear las palabras fue melar mi lengua letra por letra, en cambio tal voz masculina se rompió con el contacto crudo del dialecto voraz que emplee para tener como resultado su terror. -Eres una bruja hija de perra -¡vaya grito más excitante! -Y tú eres un cerdo amor mío -¡No estoy loco! –Temblaba desorientado- -Claro que no, no lo estás – Di la espalda tomando sutilmente una loseta suelta y continúe – No estás loco… todavía- La loseta indecorosa decidí estrellarla sobre esta cara, su inmunda cara. Tendido con la similitud de un trapo viejo tome mi acción repetidamente con gran frenesí, el placer de vivir vuelve fugazmente, prorrumpir desenfrenadamente tal extremidad superior me recordó cuando mi nana chasqueaba las nueces, esas famosas de su postre de las tardes. Le maté por primera vez, le maté y cual mocosuela vacilada corrí a escribir su nombre con la esperanza en los ojos y sangría en los dedos. Considere gran porcentaje de probabilidad que Gabriel Rosales no volviera a respirar. Mi noche no fue placentera, aun así hojear el malsano pensamiento del chasquear irregular en particular del cráneo, me dio la prueba suficiente para hallarle el sentido a vivir… Agradezco el talión, la bella luz destellante de sus ojos aplastados, aplastados por mi mano. Amanece clandestinamente, muy pocos rayos lamieron este rostro, la emoción fue correr directamente a los labios del lobo, trata de hacerme perder los estribos, eso creo se desenfundaran por la impresión de esta respuesta sobre natural cual espero devotamente sea cierta. Mi arreglo no fue para nada importante, sin ducharme por vestirme adecuadamente, dirigí mis pasos empedernidos al encuentro de mi amado/odiado fulano. Estúpido era pensar en no verlo, aunque más estúpido seria creer verlo nuevamente un día después de matarlo, carente de lógica ¡es evidente! Pero mi lógica fue afectada tal madrugada, cuando profanaron mi inocencia. Al fin mi llegado esta calle conduce a los aposentos correctos, toque la puerta temblando y ¡demonios! Gabriel Rosales indago la entrada, el rostro destrozado horas pasadas no adquirió un solo rasguño oír su voz temblorosa me estremeció justo en la entrepierna -No fue un sueño, ¿verdad? -Claro que no lo fue, amor mío –Su mirada de cólera lo arrastro, el mismo arrastro su cuerpo al interior de su apartamento, corría despavorido claramente por mi presencia- -No podrás matarme -decía él- No podrás matarme si lo hago primero- Me dio gracia tal ingenuidad. Desconsolado alcanzo temblando la botella más cercana la vista, -limpia pisos color blanco- Al beberlo sin esperanza, mis carcajadas llegaron por inercia, verlo convulsionar, verlo marchitar, verlo sufrir, mi vida carente de vida destello una sensación similar a la alegría. Gabriel murió nuevamente, tome descaro debido a mi necesidad, anote su nombre en esta libreta bendita, o maldita, me es irrelevante. El martirio de llegar a casa desvanecía, la monotonía a simple vista pintaba cierto ambiente de tranquilidad, padre y madre me consideraron “curada” de quien sabe que mal, supongo el de mi grotesca cavidad vaginal. ¡Qué equivocados estuvieron! Su nenita cuerda yace más loca que una cabra, mi cabecita adornada con moños rosados no deja de pensar en resarcimiento. Cada día sucumbía este fulano tumultuariamente a su autoría, el desespero de verme a las pupilas creo un pánico totalmente delicioso he ingerirle a los significados. La afición, el agónico ruego por clemencia, el poder sobrehumano atendible a mi antojo, este atenuador sueño de toda una sociópata, me complació o eso creí, igual que el tiempo los placeres no son fijos y cambian bruscamente, tanto suicidio, tanto homicidio, chiflaron a este fulano, el desquite concluyo justo en el comienzo de tal irregularidad mental. Quizás al final le perdone mis heridas pero su compostura no resistió el ajuste de cuentas. Me rompió a mí y yo a él, el sentido de la vida nos fue arrancado bilateralmente, los muros ruinosos de nuestras carnes se quedaron sin cimientos, el concepto vivas de respirar se ennegreció cancerígenamente introducido sin permiso en mis entrañas y sepultando sin piedad mi voluntad. Actualmente Gabriel esta dopado en un hospital mental, no hubo quien creyera sus múltiples muertes, ¡Quise tanto besarlo! En absoluto nuestra extraña relación sentí sus labios abrazar los míos. Al final si fue amor, al final la muerte fue demasiado corta y la vida aun inútilmente larga. Le quite la cordura y sí califícame de desquiciada, puesto si la vida carece de vida no deseare más que no pertenecer a ella. Tal bufanda que cubre del frio la usare la asfixiar mi cuello asfixiar mi aliento, asfixiar el fuego interno que llevo acuestas. Ana, Ana, dulce Ana. Abnegare la despedida de este mundo atroz. Adiós fulano mío, nos odiaremos en el infierno.